El tiempo es magia, porque como todo lo mágico ‘el suceder’ escapa de nuestra comprensión; a su vez, la magia juega con los tiempos, con algo tan intangible como es ‘el acontecer’.
¿Por qué existe el tiempo?
La sucesión de las cosas hace que sea necesario para el ser humano ‘crear’ un criterio estandarizado para referirnos a todo aquello que escapa del ‘ahora’; por tanto parte de la necesidad racional de delimitar y de hacer referencia a vivencias, a las cuales conceptualmente no podríamos volver -Pasado – o hacia donde no podríamos proyectarnos -Futuro-.
Pensemos un momento y veamos cómo el Pasado se nutre del recuerdo de la experiencia vivida que atesoramos en nuestra memoria; el Futuro, en cambio, al no existir en el momento Presente, se alimenta de la abstracción, de la imaginación, de la expectativa y es por constructo la proyección de nuestros deseos, que beben de las experiencias del pasado y de cómo nos sentimos en el presente.
Cuando hablamos de tiempo hemos de tener en cuenta dos formas de considerarlo: tiempo cronológico y tiempo psicológico.
El tiempo cronológico, es lo que podríamos llamar tiempo real de acuerdo con el reloj, «ya es hora de…», «aún me queda tiempo, para…» es la referencia que necesitamos para orientar nuestras acciones.
El tiempo psicológico, está en relación con nuestra vivencia interna del tiempo, que no suele coincidir con la cronológica: el reloj siempre tarda lo mismo en marcar las horas, pero nuestra percepción del tiempo irá condicionada por lo que estemos haciendo ese momento, si nos interesa o nos aburre.
Eric Berne (Psiquiatra creador del Analisis Transaccional) afirma que ‘después de la necesidad de ser estimulados y de ser reconocidos, las personas precisamos de programación’.
El eterno problema del ser humano es el de programar su tiempo.
El aburrimiento, mantenido a lo largo del tiempo, precipita el deterioro emocional y físico. Con el fin de evitarlo, las personas buscamos algo que hacer con nuestro tiempo. ¿Qué puedo hacer ahora o esta tarde, estas vacaciones, este año?». Otro ejemplo de tiempo psicológico es durante el trabajo, cuando no hay nada que hacer, momento en que los instantes son horas, si no ocupamos el tiempo en algo que hacer.
Ya lo decía San Agustín:
‘El tiempo es un movimiento psíquico y no de la naturaleza’.
Lease:
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado;
y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente.
Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a
ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente,
para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de
ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el
tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”.
San Agustín de Hipona. Cfr. Confesiones. Xl, 14, 17.-
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Llegados a este punto me queda añadir solamente estas letras al presente: Vivamos el ahora como el ‘presente’ que nos ha sido dado – el conejo que sale de la chistera-, dejando de lado el temor a lo que vendrá – en última instancia la nada – o el fin del show, y sin anclarnos en la nostálgia de lo acontecido en tiempos pasados – no todo tiempo pasado fue mejor, aunque así sea recordado -. Solo así seremos capaces de sorprendernos, de plantearnos preguntas mágicas… de vivir!
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¿Has visto alguna flor hoy?
– Sí, pero no sé qué hacer para que me creas.
Pablo Rosal ‘Teoría General del Texto’