Las consultas habituales, son los temas que generan preocupación y que la persona no sabe solucionar por si misma, ni con la ayuda de la pareja, familia, ni amigos.

Es difícil abarcar el malestar emocional desde la razón cuando es uno en primera persona quien lo está viviendo. Por otro lado, la experiencia personal propia puede ser limitada y aunque se detecte el problema de base, no se sepa como tratarlo.

Hacer un trabajo personal, o de pareja implica un deseo expreso de salir de la situación de la que no se sabe como salir.

El fin del proceso no siempre es el perseguido desde el inicio, ya que cuando movemos una ficha, cuando la persona logra ser consciente de que cosas mejorar en si misma y se pone a ello, este efecto actúa a modo de dominó donde poco a poco un movimiento genera cambios al rededor de la persona.

En un proceso de pareja, la dinámica se ve mucho antes, ya que las nuevas herramientas instauradas, se ponen en marcha a tiempo real, de manera consensuada, con lo cual el ajuste en el presente es mas óptimo y rápido.

Lo mismo sucede cuando se da herramientas a uno de los miembros de la persona, los cambios que experimenta, modifican la dinámica dentro de la relación de pareja. Ese es el momento de valorar lo que se tiene, o lo que después de mejorar en primera persona, ya no se quiere como forma de vida.

El papel de la psicóloga o el psicólogo, es el de facilitar este camino, alumbrando las máximas opciones que tiene ante si la persona, y sobre las que tendrá que meditar para poder elegir que presente quiere, y ponerse en marcha.

Este paso se tiene que dar con plena conciencia, de aquí el trabajo previo, a nivel personal.