El concepto ‘Ilusión’, tiene tres posibles lecturas según la RAE:  la imagen percibida por los sentidos que escapa de verdadera realidad -una ilusión óptica, por ejemplo-, otra la que hace referencia a esperanza que escapa de la realidad de la persona, a una expectativa -no te hagas ilusiones-, y la última es la que se refiere al entusiasmo, a la alegría -me ha hecho mucha ilusión verte-.

Sin restar importancia a las dos primeras acepciones, me enfocaré en esta última, en la emoción que pone en movimiento la energía referente a las ganas de sentir, de atreverse,  de crear y de vivir intensamente.

Cada persona tiene su propia manera de captar la realidad, lo que hace que ante una misma situación tengamos una percepción diferente. Es así de base, nacemos con un carácter que sumado a los estímulos ambientales y el entorno social, hace que nuestra personalidad se exprese de un modo u otro, propiciando ciertas experiencias y sensaciones y dejando de lado otras tantas.

La ilusión es la que marca hacia donde dirigirnos, hacia donde se encamina nuestro deseo, a donde queremos ir a parar y por tanto que elegimos vivir.

Es importante estar conectado con esta emoción, ya que junto a la sensibilidad, nos facilitará la llave para acceder a aquellas puertas que nuestro ser nos pide abrir para llegar a ser realmente quienes en esencia somos.

En el niño esta emoción está intacta al nacer, le interesa todo, quiere meterse en la boca todo lo que encuentra, luego quiere coger todo lo que vé y cuando ya comienza a caminar quiere ir hacia todos los sitios que le dan curiosidad.

Va siendo poco a poco cuando uno aprende por ensayo-error proceso en el cual hay un trabajo activo por parte de los padres, propiciando que ese ‘pequeño yo’ del bebé aprenda, por medio de la experiencia, a enfocar la ilusión de un modo cada vez más consciente.

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En algo queda limitada la ilusión por la aparición de la racionalidad, otro tema es el como retroalimentar la ilusión en la infancia , haciéndola pasar por la razón, sin que ello haga caer en el desánimo, ya que en el futuro ese niño podrá verse incapaz de llegar a sus ansiados deseos por haber sido castrada esa energía inicial.

Es lo que ilustra  ‘el cuento del elefante encadenado’

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En la adultez, lo que sucede muchas veces es que por circunstancias de la vida esta emoción queda cubierta por un velo oscuro, velo que hemos ido tejiendo durante los momentos difíciles vividos y de frustraciones no resueltas.

«Lo genuino es sentir ilusión y emoción, si no fijémonos en un bebé.»

El adulto al tener mas conciencia de sí, de las dificultades propias y de la vida, no se deja llevar libremente por este sentimiento, restándole frescura y haciéndole perder fuerza a la ilusión sentida.

¿Recuperar la ilusión?

La ilusión es una emoción, por tanto escapa de la razón y solamente aparece en el pensamiento consciente y racional cuando uno se encamina hacia la realización de ese deseo o por el contrario decide dejarlo de lado, o para más adelante.

La ilusión, marca el sentido de un camino, una decisión, un descarte de otras posibilidades, limita las vivencias, ya que como todo en la vida, requiere de un ir y eso marca un no ir a otros lugares.

La ilusión en alguien que dice no sentirla, o haberla perdido, se tiene que ir reconquistando poco a poco.

¿Como hacerlo?

Conectando los 3 centros vitales, es decir, razón, emoción, instinto – acción.

Si tenemos alineados estos tres puntos, lo que pensemos, sintamos y hagamos estará en sintonía con nuestra coherencia interna y propiciará que toda esa energía que tengamos internamente se canalice hacia un fín que nos emocione, haciéndonos sentir que hemos elegido el camino que percibimos como ‘nuestro camino’ y por tanto nutriendo la decisión tomada desde la razón.

En este caso las adversidades con que nos encontremos serán tomadas como retos no como dificultades no abarcables, ya que toda la energía estará puesta en una sola meta, hacia la cual nos estaremos enfocando.

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En conclusión, conectando nuestros tres centros, con una mirada positiva y amorosa de lo que nos acontece y sin perder la paciencia, llegaremos donde queramos llegar, si realmente somos sinceros con nosotros mismos, como lo éramos cuando éramos niños.

 

Sheila Estévez Psicóloga

Sheila Estévez Vallejo

Psicóloga Col. 16413, Miembro del COPC desde 2006

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